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La historia de Aladino Villarroel, el zapatero de Monte Águila, cuya vida gira en torno al oficio del cuero, la familia y el legado, representa la esencia del trabajo artesanal chileno. Con 76 años de vida, este maestro del cuero es un símbolo de perseverancia en la comuna de Cabrero, donde su Taller Hada se ha convertido en un refugio de recuerdos, herramientas antiguas y sabiduría artesanal. Su historia, la de un hombre que, con sus manos, levantó el futuro de su familia y preservó una tradición que resiste el paso del tiempo.
Los inicios del Zapatero de Monte Águila y su oficio del cuero
Aladino comenzó su camino en el arte del calzado a los 16 años, pero no comenzó desde su taller, este zapatero de Monte Águila ha mantenido viva la tradición del oficio del cuero, convirtiéndola en sustento para su familia y legado. Movido por una razón más profunda que el cuero: el amor. Su suegro, un hombre de carácter fuerte y de enorme conocimiento técnico, así lo describe él, fue su primer maestro. Bajo su guía, aprendió a diseñar, cortar y coser el cuero a mano, comprendiendo que la zapatería no era solo un trabajo para ganarse la vida, sino una forma de expresión.
“Cuando empecé, no imaginé que sería mi oficio para toda la vida”, recuerda Don Aladino. En aquellos años, Monte Águila era un pequeño pueblo de unos cinco mil habitantes donde el oficio del zapatero tenía una gran presencia. “Había entre quince y veinte zapateros. Todos trabajábamos con dedicación, porque los zapatos se hacían a medida, con materiales duraderos y con orgullo artesanal.”
Monte Águila y el valor del trabajo bien hecho
El Taller Hada, ubicado en el corazón del pueblo, es hoy el único taller activo en la comuna. Sus paredes guardan la memoria de un tiempo en que los artesanos eran el alma de la comunidad. Allí, entre el olor a cuero y el sonido del martillo, Don Aladino mantiene viva la esencia de un oficio que poco a poco ha sido desplazado por la producción masiva y los productos plásticos.
Con la llegada de las grandes tiendas y los llamados “malls chinos”, el zapatero de Monte Águila vio cómo la competencia industrial desplazaba la mano local. Sin embargo, nunca abandonó su pasión. “El trabajo de zapatero es más lento, pero tiene alma. Lo que hago con mis manos dura años”, aseguró.
Entre los arreglos más comunes, Don Aladino menciona la reparación de medias suelas y tapillas. “Son los trabajos que más llegan últimamente. Tardo medio día y cuesta unos siete mil pesos”, comenta. Su rutina cambia con las estaciones: en verano abundan las chalas y en invierno las botas y zapatillas. “Nunca es aburrido, cada zapato cuenta una historia distinta”, comentó.
Herramientas, materiales y maestría artesanal
El zapatero de Monte Águila domina su oficio con la precisión de quien lleva más de seis décadas practicando. En su banco de trabajo destacan las suelas, las gomas, las pitas de distintos colores y el inseparable Agorex 60, el pegamento que considera el mejor para su labor. “La elección del material adecuado es fundamental. Una buena suela asegura comodidad, agarre y durabilidad”, explica con conocimiento de causa.
Su taller no solo es un espacio de trabajo, sino también una escuela de valores. Cada herramienta cuenta una historia de aprendizaje, de ensayo y error, y de la constancia que lo ha acompañado toda su vida. En un mundo donde la rapidez domina, Don Aladino reivindica la importancia del detalle, la paciencia y la dedicación.
El legado familiar del Zapatero de Monte Águila
Para este zapatero de Monte Águila, el mayor logro de su vida no está colgado en una pared, sino en el bienestar de su familia. Gracias a su oficio, pudo comprar su primera casa en Cabrero y dar educación completa a sus hijos. “Uno de ellos es carabinero, se jubiló hace poco. Eso me enorgullece más que cualquier par de zapatos reparados”, mencionó con emoción.
Hoy, su mirada está puesta en sus nietos, a quienes espera transmitir el valor del esfuerzo y la honestidad. “Este oficio me dio todo lo que tengo. Fue duro, pero cada jornada valió la pena”, cerró. Su historia es un ejemplo de cómo el trabajo artesanal puede ser también una herramienta de progreso y dignidad.
La zapatería tradicional: un arte que resiste
Aunque reconoce que son pocos los zapateros que quedan, Don Aladino tiene fe en el futuro del oficio. “Hay buenos maestros en otras partes. Somos pocos, pero seguimos haciendo las cosas bien”, afirma. Para él, la clave está en la calidad y en no perder el sentido del servicio. “Un cliente satisfecho siempre vuelve. Esa es la verdadera publicidad del zapatero”, dice con convicción.
Como todo maestro, también deja un consejo para las nuevas generaciones: invertir en buenos materiales, buscar mentores que enseñen las “mañas del cuero” y trabajar siempre con honestidad. “La calidad es lo más importante. Si uno hace las cosas bien, el trabajo nunca falta.”
El Taller Hada es hoy más que un local: es un santuario del esfuerzo, una cápsula del tiempo y un símbolo de la perseverancia chilena. En Monte Águila, el nombre de Aladino Villarroel y su historia que resume lo que representa al Zapatero de Monte Águila, un oficio que logra mezclar cuero, una familia y legado: trabajo, amor y perseverancia.