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Por jugar a la pelota: Adulto mayor consigue trabajo gracias al fútbol en equipos de barrio

Julio Manríquez Vega tiene 70 años, ya es un adulto mayor, pero aún mantiene su trabajo, y toda su vida laboral se la debe al fútbol; a los equipos de barrio, que se convirtieron en su mejor carta de presentación. Su amplio recorrido como trabajador, construido sin formación técnica ni cuarto medio, es gracias a su destreza en la cancha: el punto más fuerte en su currículum.

Toda la vida de Villa Mora en Coronel, de la cuna al cajón. Inició en su niñez, jugando en el equipo de barrio “Novel”, y luego en las categorías inferiores de Lota Schwager. En ese tiempo era muy bajo, y cuando creció, no creció tanto, se quedó en el 1,57, pero esa estatura le dio la agilidad para llegar a entrenar en el plantel profesional de los mineros. Sin embargo lo abandonó al poco tiempo de haber ingresado por lo que define como “un problema muy personal”. Pero la pelota la llevaba a todas partes, y renunciar al equipo no significaba abandonar el deporte.

Su trayectoria en el fútbol argentino

A los 23 años, junto a un amigo, emprendió viaje a Bahía Blanca, Argentina, con la intención de hacer su vida allá, mas sin ningún plan concreto. El balón fue su pasaporte y estadía.

“Fui a jugar a la cancha y me encontré con un amigo chileno. Él me ayudó y ahí estuve como controlador en un frigorífico de carnicería por dos años”, reveló. Con el trabajo, pudo solventar sus pocos gastos y continuar entrenando en el Olimpo de Bahía Blanca, uno de los equipos de barrio que hoy busca su ascenso a la segunda categoría del fútbol argentino.

Pero de lo bueno, poco. Pronto tuvo que regresar a Chile por no tener la documentación necesaria. Volvió con la intención de regularizar sus papeles, decidido a retornar a Argentina para establecerse de forma definitiva y seguir con el equipo de tercera. Para bien o para mal, el fútbol tenía otros planes.

El trabajo y los equipos de barrio

Con la pelota como antorcha, volvió a Coronel, a partir de cero, pero no hay problema que una “pichanga” no resuelva, y así encontró trabajo otra vez. En un partido de barrio, conoció a Silvio Merelo —hermano del exfutbolista y figura de Cobreloa, “Chueco” Merelo—, quien le ofreció un puesto como pagador en la empresa Bellolio Ltda.

Y ahí estuvo, hasta que se abrió el mercado de transferencias, y el exconcejal de Coronel, Bernardo Ulloa –que en ese tiempo era el presidente de Lota Schwager–, luego de ver su desempeño en la liga representando al “Club Deportivo 21 de mayo”, firmó al refuerzo como guardia del Estadio Schwager.

Varios equipos lo pidieron, pero Ulloa no vendía a Julio Manríquez.

Lo cambió de posición un par de veces. Del estadio se fue al Sindicato Schwager, y luego al Fuerte Borgoño en Talcahuano. En ambos se mantuvo como guardia, bajo la tutela del presidente de los mineros.

Sin embargo, el tiempo pasa y las relaciones se agotan. Fueron 20 años de estabilidad, pero ya era el momento de buscar nuevos horizontes.

En otro de esos partidos, se reencontró con un compañero de “21 de mayo”, quien luego de enterarse de la cesantía de Julio, le hizo un puesto inmediatamente para que fuera guardia en un condominio residencial en San Pedro de la Paz.

De eso han pasado 14 años, y el astro coronelino sigue firme en su puesto, a la espera del retiro. Ya no corre como antes. La artrosis de cadera limita sus movimientos, y es difícil que vuelva a las canchas para buscar otro fichaje, pero asegura que “se las arregla bien”. Tiene pensión de invalidez, viaja gratis en el Biotrén y vive tranquilo. Endeudado con el fútbol y a los equipos de barrio, que siempre le concedieron trabajo.

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