Álvaro Miranda: Su historia y problemas en el colegio Contardi de Punta Arenas
Álvaro Rodrigo Miranda Chiguay, repasa su historia de vida en Punta Arenas, sus problemas en el colegio con una mezcla de orgullo y melancolía. A sus 23 años ya está a punto de terminar su carrera técnica en mantenimiento industrial. Mientras se prepara para buscar trabajo y convalidar su práctica profesional, comenta que está a punto de “agarrar la pala oficialmente en lo que ha estudiado por 5 años” dice entre risas.
Infancia y sus padres
Antes de que él llegara al mundo, la vida de sus padres siempre estuvo marcada por el esfuerzo. En un círculo formado por: sus papás, su hermano y él, creció siempre enfocado en esos pilares. Su familia siempre luchó. Ambos oriundos de Chiloé, tuvieron que sentar cabeza rápido. Poco tiempo después, nació su hermano, Rodrigo, el cual nació con insuficiencia renal, obligando a la familia a decidir entre la comida en el plato o los medicamentos para su hijo. Fueron años duros, de rifas y ayudas, hasta que finalmente, tras mucho remar, la situación comenzó a estabilizarse.
Álvaro llegó en el momento donde las cosas empezaron a mejorar. “Yo llegué a cerrar la fábrica” comentaba. Su infancia no fue sencilla. Su padre trabajador en la universidad, cruzaba la ciudad entera, en tiempos de nieve y frío, donde el nivel de nieve era superior llegando a la rodilla. El tiempo juntos era escaso: apenas una hora en la mañana y otra en la tarde, antes de que Álvaro tuviera que irse a dormir temprano, como dictaban las reglas de la casa. “Ocho horas para descansar, llegaban las ocho de la tarde y a la cama. Tenga sueño o no tenga sueño”.
Historia de Álvaro Miranda en el Colegio Juan Bautista Contardi de Punta Arenas
La educación fue siempre el pilar fundamental en su hogar. Sus padres, conscientes de que no podían dejarles más herencia que el estudio, inculcaron en sus hijos la importancia de aprender. Su madre, para que no repitiera la historia de su hermano (a quien le costó aprender a leer), le enseñó a leer, sumar, restar y multiplicar ya antes de primero básico. Así, mientras sus compañeros apenas aprendían a juntar sílabas, Álvaro resolvía operaciones y leía de corrido. Eso le valió buenas notas, pero también un aburrimiento que lo llevó a ser inquieto en clases
El gran quiebre en la historia fue cuando pasó de una escuela humilde al Juan Bautista Contardi, un establecimiento con más recursos y exigencias. Allí, Álvaro sintió el peso de la diferencia social y del racismo cotidiano. “Era el más morenito del curso, el único”, rememora. Pronto, los apodos y el hostigamiento se hicieron parte de su día a día. El sobrenombre de “African”, puesto por sus compañeros en tercero básico, lo acompañó durante años.
La enseñanza media la cursó sin problemas. Su año “prime” fue 4to medio. En deportes como el voleibol seleccionado en el equipo titular: “Si bien empecé en cuarto, después terminé siendo titular en el equipo, llegamos a una final”. Su gira de estudio la cual fue en Pucón, admite haber estado la mayor parte del tiempo fumando hierba (ya no lo hace) y pasando el viaje lo mejor posible: “Nosotros llegamos el primer día equipadísimos para borrar. Literalmente borrar así mal. El frasquito de vidrio nos duró 2 días y medio”.
Futuro y objetivos
En el futuro cercano se ve si o si estudiando fuera de Magallanes, aunque con el plan de conseguir su casa propia antes de irse. Él busca hace años un proyecto para tener su hogar: “En estos momentos me encuentro esperando el el la el subsidio habitacional. Tengo ya 4 años postulando en una agrupación… En mis planes sí o sí está estudiar en el norte o estudiar fuera de Chile, pero quiero salir de Punta Arenas teniendo mi casa”.
Con una mentalidad madura y clara, Álvaro aún sigue pensando en su futuro como profesional y siempre tener la oportunidad de mejorar. Mentalidad de tiburón.