La liturgia del ring: la pasión penquista por la lucha libre
Todos los fines de semana se reúnen fanáticos de la lucha libre en Concepción en la escuela de wrestling de la promoción Acción Sin Límites (ASL). Su rutina va desde el armado del ring hasta el entrenamiento de llaves y golpes. Entre ellos hay estudiantes y académicos universitarios.
A las 11 de la mañana el gimnasio del Fénix, en calle Orompello, comienza a despertar. Aunque la ciudad aún se encuentra sumida en el tranquilo ritmo del sábado, los sonidos del entrenamiento llenan el aire dentro de este recinto. En un rincón Marcelo Medina, o como lo conocen en Acción Sin Limites Gibson Blake, uno de los luchadores más disciplinados, comienza su jornada. Biólogo y estudiante de un magister en Ecología Marina en la Universidad Católica de Concepción durante la semana, y luchador los fines de semana. Aunque si le dan a elegir, prefiere la lucha libre.
El primer paso de cada sábado es el montaje del ring. Una labor que tiene su propia mística y que es un símbolo de este amateurismo. De hacer las cosas “por amor al arte”. Oliver Kaiser, uno de los entrenadores, actual campeón del Bio Bio de la promoción, dirige el proceso con la precisión de un reloj. No es solo cuestión de apilar tablas y tensar cuerdas. El armado del ring es una ceremonia, pero con la precisión de una computadora. Posiblemente el que Oliver Kaiser sea estudiante de Ingeniería Civil Informática, tiene que ver con cómo dirige este proceso.
La construcción es una metáfora de lo que representa el entrenamiento en ASL: el esfuerzo colectivo, la disciplina y el respeto por el trabajo que se hace detrás de cada combate. “Así como levantamos este ring, es como levantamos nuestra carrera”, dice poéticamente Oliver Kaiser, mientras ajusta una de las esquinas.
Gibson observa con atención. Sus manos ya están acostumbradas a las tareas que requieren fuerza y detalle. En la mirada de los luchadores se nota una concentración compartida, acompañada de un ambiente lleno de risas. El tiempo pasa rápido, y hacia las 12 del mediodía, el ring está listo.
Ahora, la verdadera preparación comienza.
El calentamiento es una parte crucial de la rutina. Se siente la concentración del inicio, pero también la camaradería. Los luchadores se alinean fuera del ring, guiados por el “Golden Boy”, como le apodan a Kaiser, quien les recuerda la importancia de la elasticidad, la flexibilidad y la resistencia. Los músculos empiezan a despertar bajo la potente luz de las lámparas del gimnasio, con estiramientos, saltos y ejercicios dinámicos que van de la mano con la música pesada que acompaña la atmósfera.
Gibson se muestra completamente inmerso. Cuesta asociarlo a su estatus académico. “El entrenamiento aquí me desconecta, me ayuda a equilibrar todo lo demás”, dice mientras realiza una serie de flexiones. Para él, la lucha libre es mucho más que solo un deporte; es un refugio, una manera de explorar su fuerza tanto física como mental. Cada movimiento es una prueba de resistencia, pero también de esfuerzo y de disciplina.
Oliver lleva 30 sentadillas y solo va en la mitad. El sudor le empapa la cara, tiene cara de dolor, la respiración agitada, pero grita y sigue.
Una vez terminado el calentamiento, llega el momento del entrenamiento en el ring. Es aquí donde la magia de la lucha cobra vida. Las técnicas de combate, las caídas, las llaves, y los movimientos acrobáticos reflejados en tomas de árbitro, planchas, toreadas y saltos sobre el oponente se entrenan con intensidad. Gibson, al igual que sus compañeros, trabaja en su agilidad y resistencia, siempre atento a las indicaciones de Oliver Kaiser.
El sonido de los impactos sobre el ring resuena fuerte cuando se aplica el clásico suplex, que es un movimiento ofensivo en el que un luchador levanta a su oponente y lo lanza hacia atrás sobre su cuerpo. O los famosos lazos al cuello que consisten en estirar el brazo a la altura del pectoral del oponente para derribarlo. El gimnasio se llena de gritos de aliento, pero también de indicaciones, risas nerviosas y de la sensación de que, aunque todo es trabajo duro, hay algo profundamente liberador en este ejercicio de poder y control. “Esas cuatro indicaciones le vamos a dar al compañero”, dice Oliver Kaiser mientras observa cómo Gibson ejecuta una secuencia de llaves que ha practicado durante semanas. “Drop down, fallo lazo, toreo y springboard. Háblale a tu compañero y fuerte”.
El entrenamiento en el ring no se detiene hasta bien entrada la tarde. A eso de las 3:15 pm, cuando el sudor cubre las caras de los luchadores, ya no se trata sólo de destreza física, sino más de resistencia mental. El último ejercicio del día es, como siempre, un desafío físico. Sin previo aviso, Oliver ordena una serie de elongaciones. Todos deben estar listos para lo inesperado, para enfrentar la presión de llegar al límite. Gibson, agotado pero sin perder la concentración, continúa. Sabe que el entrenamiento es una prueba de carácter.
El gimnasio va quedando en silencio. El eco de los pasos de los luchadores que se retiran, satisfechos por haber superado una nueva jornada, se desvanece. El entrenamiento sabatino ha terminado.
*El sabado 10 de mayo se celebra el segundo evento de la temporada de ASL llamado Sin Piedad, a las 17 horas en el Teatro Lihuén de Concepción. Entradas disponibles en prime ticket.