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De Asia para Chile: La revolución de juguetes kawaii 

La llegada de los muñecos asiáticos ha marcado el inicio de una nueva era en la juguetería local. Con su estética adorable o kawaii estos personajes con su magia conquistan a niños y adultos por igual. Es una revolución cultural que trasciende fronteras y redefine el concepto de coleccionable.

Por Mariana Arroyo

Hace algunos años la cultura asiática se instauró en Chile para quedarse arraigada junto a nuestras tradiciones. Primero fue Japón con el anime y luego Corea del Sur con el k-pop. Pero poco se habla de la juguetería oriental con su peculiar estética que apela a lo diminuto, adorable y creativo. 

En el último tiempo, los estantes de las jugueterías comenzaron a cambiar y ya no solo se veían las típicas Barbies o autos Hot wheels, sino que aparecieron tiernos personajes que robaron el corazón no solo de los niños, sino también de jóvenes y adultos. Los pequeños Sylvanian Families, los curiosos Sonny Angel y por último el boom del momento: Labubu. 

La llegada de estas figuras no fueron solo cuestión de importación, sino el inicio de una revolución que rompería con los estándares de los clásicos juguetes occidentales. En tiendas online, pymes o incluso en retail, los Sylvanian Families fueron los que marcaron el inicio de esta moda. 

Sylvanian Families, más conocidos como “Ternurines”, son tiernos animalitos de colección que nacieron el año 1985 en el país nipón a cargo de la empresa Epoch. El boom fue inmediato. Su estética se basa en la vida rural de Gran Bretaña en los años 50.

Según su sitio web, están inspirados en la cotidianidad de una familia, por ello se venden familias -tal como lo dice su nombre-, como también personajes individuales. Se pueden encontrar familias de gatos, perros, conejos, zorros, y una infinidad de animales. Incluso, venden sus propias casas para generar ese ambiente acogedor que invita a sus fanáticos a formar una familia con sus amigos Sylvanian. Cada personaje y familia tiene su propia historia.

Rocío Radrigán es fanática de la cultura japonesa desde hace años, nos comentó sobre su gusto por los peculiares animalitos y coleccionista. “Los conocí cuando era niña, recuerdo haberlos visto varías veces en packs de familias junto a casas”, explica. 

¿Qué te gustó de ellos? 

“Siempre me gustó la atención al detalle que tienen, sobre todo pensando que son miniaturas. 

El diseño que poseen también es algo importante para mi. Pese a que son animales antropomórficos y por supuesto son fantasía siempre he sentido que la compañía intenta emular con la mayor fidelidad el pelaje de los animales reales, respecto a sus colores o texturas. Además el cuidado que tienen en la vestimenta para representar épocas específicas, me encanta”. 

¿Cómo empezaste a coleccionarlos? 

“Durante mi niñez tuve algunos, pero para mí solo eran juguetes, lindos, pero juguetes por lo que nunca le di el cuidado de colección. Ahora adulta, en un principio no quería coleccionar debido a que no tenían otra funcionalidad que no fuera de adorno, además del elevado precio que están teniendo por su nuevo “boom”. Pero encontré grupos de compra/venta donde sus precios eran muchísimo más amigables al ser artículos de segunda mano y ahí es cuando comencé a coleccionar”. 

¿Hace cuánto fue tu primera adquisición?

“Mi primera adquisición fue el año pasado a través de un grupo de Facebook. Salió una colección de invierno con ropas de lluvia y paraguas. No me resistí. Recuerdo que era un pack de dos personajes pero yo sólo compré uno. Lo sigo teniendo conmigo en buen estado”.

La masificación de los sylvanian fue tan veloz que tres años después, bajo la dirección de los británicos Jo y Martin Puller se creó su primera serie de TV para los más pequeños. 

Respecto a sus precios, el valor de un personaje oscila entre $4.000 y $5.000 pesos. Para los coleccionistas que desean adquirir a una pequeña familia de cuatro integrantes, al igual que sus accesorios como automóviles, salas de estar, camas, cocinas o hasta incluso carros de hamburguesas, estas pueden costar desde los $35.000 hasta los $60.000 pesos. 

Los Sonny Angel y los Labubu

Los pequeños Sonny Angel, popularmente conocidos como “Kewpie” son un misterio, cada uno viene en una caja sorpresa y genera curiosidad qué personaje te elegirá. Los pequeños guardianes llegaron a Chile para llenar de alegría hasta a los celulares, pues existen ediciones que se sujetan en la parte superior de este formando graciosamente una figura que se asoma por encima de la pantalla. Sus valores van desde los $6.000 hasta los $15.000 pesos aproximadamente, dependiendo de los formatos en los que se quiera utilizar.

Estos querubines fueron creados en 2004 por el diseñador japonés Toru Soeya, quien se inspiró en los personajes Kewpie de los comic llamados igualmente, creados por la autora Rose O’neill. 

La historia de Karla con Sonny Angel es especial. Pasó del disgusto al amor hacia estos pequeños querubines.  “A mí no me gustaban. Después le empecé a encontrar la gracia cuando los vi en cosas que a mí sí me gustaban”, explicó la fanática. 

Lo que más destaca de los diminutos ángeles es que uno puede personalizarlos con vestimenta o accesorios de gusto propio, para dar un sello personal. Esto es lo que más le llama la atención a la coleccionista, ya que  “actualmente son superestilizados, ahora se usan como llaveros, les colocan más accesorios para que se vean más como con una marca personal. Me gustó el hecho de que con el tiempo los empezaron a personalizar y empezaran a tener como un estilo propio para cada persona”.

Y la tendencia de los Labubu no se queda atrás. Ni ángeles, ni tiernos animalitos. Extravagantes elfos inspirados en la mitología nórdica. En este caso no son juguetería para niños, sino que son derechamente coleccionables pensados en los adultos. Es por ello que se pueden apreciar mayormente en las mochilas de universitarios y adolescentes. 

Al igual que Sylvanian, los amigos elfos forman parte de una familia llamada “The Monsters”. Nacieron a partir del arte del ilustrador de Hong Kong, Kaising Lung.  Fue en 2019 que el diseñador cedió la licencia de Labubu a la empresa china Pop Mart que hasta hoy los fabrica. Sus valores van desde los $18 mil.

Algunos los coleccionan porque les provoca alegría observarlos, también porque acompañan a sus parejas fanáticas. Otros por su enorme variedad, e incluso por la textura característica que tienen cada uno de los juguetes. 

Tal es el caso de Florencia: “Me intrigó mucho que sean como peluches pequeños y no como figuras coleccionables.” 

Los Labubu son adaptables: pueden ser llaveros o colgantes para equipajes. Esta es una de las razones del porqué Florencia es fanática. “Son como llaveritos que los puedes poner en tu cartera, en tu mochila. Eso es lo que más me gusta de ellos”. 

En su experiencia como coleccionista relató un dato curioso al momento de adquirir su primer Labubu: “Yo quería conseguir el Labubu rosado que se llama Dada. Y el que fue mi primera adquisición me lo regalaron para mi cumpleaños y me apareció Baba, que es el cafecito. Entonces mi primera adquisición fue Baba, el cafecito y no era mi favorito. Compré el segundo y ahí obtuve el que quería”. 

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