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La segunda vida de los edificios abandonados en Concepción 

Por Paula Santander Matamala

En el corazón de Concepción, entre la modernización de la ciudad y el ajetreo del tránsito, sobreviven silenciosamente estructuras que alguna vez formaron parte de la vida cultural y social penquista. Hoy construcciones como el Edificio Caja Los Andes, la antigua CCU, la ex Contraloria y lo que fue el Teatro Enrique Molina recuerdan a las nuevas generaciones la riqueza cultural que las precedió. 

Una ciudad de tantos años como Concepción, se mantiene en constante reconstrucción y crecimiento. Sin embargo y aún con toda la modernidad que la compone actualmente, existen verdaderos esqueletos urbanos escondidos a plena vista, esperando a ser remodelados o simplemente desaparecer por completo. 

La calle O’Higgins recorre el centro de la ciudad como la columna recorre el cuerpo, sosteniendo y conectando los múltiples comercios que la rodean. En la esquina con Lincoyán está lo que anteriormente era la Contraloría de Concepción: una estructura que, como muchas, fue abandonada tras el histórico 27 de febrero de 2010.

El sitio se encuentra “olvidado y casi dejado a su suerte, de no ser por los guardias que lo custodian a diario”, como lo indica Javiera Reyes, vecina del lugar. Tras pasar por diversos intentos fallidos de ser ocupada, actualmente está a la espera de convertirse en un centro odontológico del Servicio de Salud de Concepción.

Si retrocedemos un poco más por O’Higgins, llegando a Tribunales, se puede apreciar el edificio Caja Los Andes, que cuenta con más de 15 pisos. Este lugar sufrió diversos incendios durante el estallido social de 2019, que lo dejaron con un deterioro significativo.

A la fecha, su fachada está cubierta casi por completo por un lienzo artístico elegido por los mismos penquistas: una cortina que es la premisa de lo que se convertirá este lugar: un espacio cultural y de encuentro para la comunidad, que contará con una sala de teatro y áreas dedicadas completamente al arte.

Estructuras que alguna vez ocuparon un espacio en la sociedad

En las afueras del bullicio del centro se encuentra un emblema de la industrialización penquista: la ex CCU de Concepción. Este vasto complejo de 3,8 hectáreas, que en su época fue uno de los motores de la economía local, ha sido testigo del abandono desde que cerró sus puertas hace 26 años. A pesar de su gran tamaño y potencial, la ex CCU ha sido olvidada por completo. Hoy, la enorme estructura de concreto permanece desmoronándose lentamente, mientras la ciudad sigue su camino, sin tener claro cuál será el destino del terreno.

A pesar de que no todos los edificios en Concepción tienen la suerte de transformarse en un nuevo recinto, algunos ya pasan a ser parte de la memoria de la ciudad. Tal es el caso del Teatro Enrique Molina. Emblemático en su tiempo por ser un centro de vida cultural, fue declarado en 2009 Monumento Histórico. Su imponente estructura de ladrillo y sus detalles arquitectónicos lo convierten en una joya histórica, pero su estado de deterioro avanzado lo mantiene separado del público con una reja de metal, para ser apreciado desde la distancia, sin un momento concreto que lo devuelva a la vida, más allá de la celebración del Día del Patrimonio.

A pesar de la falta de atención y recursos que enfrentan los muchos lugares abandonados en todo el Gran Concepción, su valor histórico y cultural no debe subestimarse. La Doctora en Historia, Natalia Baeza, asegura que “existe una grave pérdida de la arquitectura antigua de Concepción. Al tener gran pérdida de un patrimonio arquitectónico construido, tenemos una pérdida de la identidad construida de una ciudad”

Estos edificios, aunque desgastados y en algunos casos deteriorados, son testimonios vivos de la evolución de la ciudad. Además, la historiadora hace un llamado a la “conciencia de la relevancia identitaria de la arquitectura antigua”, para que la comunidad penquista, al mismo tiempo que avanza hacia el futuro, tome una oportunidad única de preservar su identidad a través de la rehabilitación de estos espacios. Este esfuerzo por devolverles la vida no solo es una cuestión arquitectónica, sino también un acto de memoria y conexión con el pasado.

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